Libertad en las brisas

Poemas de sentimientos, meditaciones, asombros y quimeras sobre el amor en versos alejandrinos. Quien escucha mis silencios y comprende mis palabras me acompaña en este viaje por los senderos del alma.

Enric Balasch vuelve a sorprendernos con una actual novela policiaca que parodia con humor un mundo en decadencia, donde recorre, a un ritmo trepidante, las calles de Madrid, sin olvidar sus rincones más sórdidos. En un pequeño pueblo de la sierra de Gredos se reúnen en plena noche el alcalde, el cura, el sargento de la Guardia Civil y el influyente representante de la cofradía en honor al Santo Prepucio. De la iglesia ha desaparecido esta reliquia..., que es también importante motor de la economía local. En efecto, si se difundiera su robo, los bares, restaurantes, pastelerías y...

Lo que sucede en el hospital permanece en el hospital ... Las mejores amigas y compañeras de cuarto, Clarissa y Charlotte, se están enfrentando al reciente incidente que involucra a su nuevo vecino, Steve, sufriendo un ataque al corazón. Atormentada por la culpa, Clarissa se queda junto a la cama de Steve con la esperanza de que finalmente se despierte después de estar en coma durante los últimos días y se recupere. Al ver a su compañera de cuarto exhausta, Charlotte envía a su mejor amiga a casa mientras ella se encarga de vigilar la cama. Aburrida e inquieta, la rubia curvilínea...

Esta vez Juan Barbicano no quiere terminar de rodillas. Ya le pasó otras veces en Malvinas, Tilcara y Madrid. Esta vez no. Sabe lo que está en juego. Salvar al último 10, el último enganche.

El escritor vuelve a convertirse en personaje de novela, en una nueva aventura cargada de emoción, junto al cascarrabias de Hawthorne. «No deberías estar aquí. Es muy tarde...» Estas fueron las últimas palabras que registró el teléfono móvil de Richard Pryce, un prestigioso abogado especializado en divorcios, antes de ser golpeado hasta la muerte con una botella de Chateau Lafite del año 1928, valorada en más de 3.000 libras esterlinas. Lo más curioso del caso es que Richard Pryce ni siquiera era un buen bebedor. ¿Qué hacía ahí la botella, entonces? ¿Y por qué esas últimas...