Historias humanas perros y gatos

Gustavo Castro Caycedo es un reconocido psiquiatra y neuropsiquiatra colombiano, nacido en Bogotá el 19 de enero de 1928. Su vida y obra han estado marcadas por un fuerte compromiso con la salud mental y el bienestar de las personas, así como por su interés en la cultura y el arte.

A lo largo de su carrera, Castro Caycedo ha sido un pionero en la introducción de nuevas estrategias terapéuticas en Colombia y ha contribuido significativamente al desarrollo de diversas disciplinas psiquiátricas. Su formación inicial en medicina le permitió obtener una sólida base en la anatomía y fisiología del cerebro, lo que luego complementó con estudios especializados en psiquiatría.

Uno de los logros más destacados de Castro Caycedo fue la creación de la Escuela de Psicoterapia de Bogotá, un espacio donde se promovió el aprendizaje y la práctica de la terapia en un ambiente innovador y colaborativo. Este enfoque multidisciplinario ha permitido a estudiantes y profesionales de diferentes especialidades enriquecer su formación en el campo de la salud mental.

Además de su labor académica, Castro Caycedo ha sido un ferviente defensor de la importancia de la salud mental en la sociedad. Ha llevado a cabo conferencias, talleres y seminarios en diversas instituciones, sensibilizando a la población sobre la necesidad de cuidar no solo el bienestar físico, sino también el emocional y psicológico. Su compromiso ha sido esencial para desestigmatizar los trastornos mentales en Colombia, contribuyendo a que más personas busquen ayuda profesional.

En el ámbito de la investigación, Castro Caycedo ha publicado varios libros y artículos científicos que han sido fundamentales para el entendimiento de diversas patologías psiquiátricas y su tratamiento. Su obra más conocida, que destaca por su profunda reflexión sobre la naturaleza humana, se centra en los aspectos emocionales y psicológicos que afectan el comportamiento de las personas.

Gustavo Castro Caycedo también se ha interesado en la relación entre la psiquiatría y el arte, explorando cómo la creatividad puede ser un canal para la sanación. A través de diversas iniciativas, ha fomentado el uso de la música, la pintura y otras formas de expresión artística como herramientas terapéuticas que ayudan a los pacientes a enfrentar sus problemas psicológicos.

En resumen, la vida y obra de Gustavo Castro Caycedo reflejan una profunda dedicación a la salud mental y al bienestar de las personas. Su legado perdura en las generaciones de psiquiatras y terapeutas que han seguido sus pasos y en las innumerables vidas que ha tocado a lo largo de su carrera. Su capacidad para abogar por una comprensión más holística de la salud mental y su compromiso con la formación de nuevos profesionales lo convierten en una figura clave en la historia de la psiquiatría en Colombia.

Robert Ervin Howard fue un escritor estadounidense de aventuras históricas y fantásticas, publicadas principalmente en la revista Weird Tales en los años 1930

La historia de Roma ha avivado nuestra imaginación desde hace siglos. Simples legionarios o personajes de sobra conocidos, sabios, como el emperador Constantino, rebeldes, como Espartaco, o conquistadores, como Julio César, enemigos despiadados, como Aníbal, y grandes generales, como Escipión el Africano, todos son héroes de esta poderosa civilización que se extendió a lo largo de mil años.

Ganimard cree haber cumplido con su mayor tarea: Arsenio Lupin ha sido arrestado y permanece a buen recaudo en la cárcel de la Santé. Pero es precisamente cuando cree haberlo apresado, cuando debería desconfiar y estar más atento que nunca, porque el enigmático Lupin, el caballero que trabaja en castillos y salones, el hombre de los mil disfraces, nunca se da por vencido, y cambia de traje, de domicilio, de rostro y de escritura; conoce todos los pasadizos, fija citas con sus víctimas antes de robarles, pero también es capaz de devolver al gran Herlock Sholmes el reloj que «ha tomado...

ACERCA DE ESTE LIBRO: SI NO QUIERES LLORAR, ¡NO LO LEAS! Hacía tres días desde que ella recibió ese e-mail. Tres días durante los cuales luchó entre responderlo o fingir ignorarlo. Tres días en los que no hizo más que pensar en qué escribir con tal de salir victoriosa de una pelea que nunca terminaba. Al cuarto día, nada más se hacía necesario: el remitente estaba muerto. Aunque ella respondiera a ese e-mail, su respuesta jamás sería leída. «¿Pensó en mí antes del fin? Nunca sabré. ¿Qué nos hubiera pasado si yo hubiera respondido a ese e-mail? Nunca sabré.»