Hallazgo. Emilia Pardo Bazán Fragmento de la obra La casa se había quedado ensordecida y vacía, triste, a pesar del Sol que inflamaba el rojo de los claveles en las macetas del balcón y entraba chorreando oro hasta la pared frontera. Todos de bureo: solo Carlota, la costurera, siempre tan rara, como sus compañeras decían, continuaba allí, refractaria a la diversión, tirando de la aguja, interrumpiendo con el rápido ticliteo de sus ágiles tijeras el silencio solemne del gabinete amueblado a estilo Imperio, donde hacía labor. ¡Salir, meterse en zambras, ella, ella, Carlota Migal!...